Aforema 1019 Escepticismo 4
No hay ninguna garantía de que los esfuerzos realizados por los seres humanos se vean recompensados. Ni la naturaleza ni la historia garantizan el éxito de las acciones o proyectos humanos. Mucho menos la apelación a una divinidad providencial. Naturaleza e Historia, en cuanto garantes, no son más que la secularización de la Providencia. La naturaleza no es una Madre protectora ni la Historia tiene un sentido inscrito en el inicio de su devenir. La solución a las contingencias sociopolíticas contemporáneas no se encuentra en un retorno a la naturaleza ni en un enmarcar nuestras acciones en la línea que marca el sentido de la historia. Junto a Marquard abogo por decir “adiós a los principios”, a las hipóstasis totalizadoras que simplifican el pensar y actuar humanos. Parafraseando a Nietzsche, diría que desconfío de los “totalizantes” y me aparto de su camino, la voluntad totalitaria –totalizante y unificadora- es falta de honradez. Parafraseando a Camus, diría que me sitúo en el punto indefinido en el que se intersectan los constructos telúricos y sociales que generan modelos realistas de lo real. Es decir, en la tensión irresoluble entre lo dado y lo adquirido, la tradición y la innovación, el ser y el deber ser, la asunción de lo que he llegado a ser y la rebelión contra lo que soy. Es lo que llamo escepticismo trágico: la afirmación de que siempre estamos en la perpendicular de nosotros mismos (Foucault), en ese punto cuántico indefinible por no poder precisar las dos coordenadas que nos inscriben en la vida: el que bascula entre la agitación dionisíaca y la aceptación apolínea.
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