All we are is dust in the wind

All we are is dust in the wind

A NADIE PRETENDO COMUNICAR CERTEZA ALGUNA. NO LAS TENGO.

A lo sumo alguna conjetura, siempre desde la incertidumbre.

Hace años lo aprendí de Albert Camus. Más tarde, unas palabras de Michel Foucault volvieron a recordármelo: No hay que dejarse seducir por las disyunciones, ni aceptar acríticamente los términos del dilema: o bien se está a favor, o bien se está en contra. Uno puede estar enfrente y de pie.

"La idea de que todo escritor escribe forzosamente sobre sí mismo y se retrata en sus libros es uno de los infantilismos que el romanticismo nos legó...las obras de un hombre trazan a menudo la historia de sus nostalgias o de sus tentaciones, casi nunca su propia historia" (Albert Camus)

http://books.google.es/books?id=GiroehozztMC&pg=PA25&source=gbs_toc_r&cad=4#

PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA. Paco Fernández.


sábado, 22 de agosto de 2009

una nota al pie


Yo jamás escribiré un libro de infinitas páginas cuyo contenido sea una única frase: te quiero. El resto, trenzada en una red de silencio, una larga nota al pie a modo de comentario y sin más pretensiones que mantener en estado de alerta los mecanismos que regulan el deseo.

martes, 18 de agosto de 2009

LA HISTORIA DEL AMOR 1 Gursky


“Lo único que quiero es no morirme un día en que nadie me haya visto”, dice Leo Gursky, uno de los personajes de la HISTORIA DEL AMOR.

Gursky elabora una estrategia para no saturar al corazón con excesivas cantidades de dolor y humillación. Crea un red de desviaciones y derivaciones que distribuyen las vejaciones y reparten el sufrimiento. Gursky es consciente de que su corazón es “débil y poco fiable”, teme morir de un ataque cardíaco y, por tanto, decide protegerlo de las inclemencias emocionales de la vida.

“Cuando me muera, será del corazón. Procuro castigarlo lo menos posible. Si presiento que algo ha de afectarlo, lo desvío hacia otro sitio. El vientre, por ejemplo, o los pulmones, que pueden colapsarse en cualquier momento, pero siemrpe vuelven a tomar aliento. Las pequeñas humillaciones cotidianas...suelo encajarlas con el hígado...el pancreas lo reservo para la nostalgia de todo lo perdido...A veces imagino mi propia autopsia. Decepción que provoco en mí mismo: riñón derecho...El dolor del olvido: las vértebras. El dolor del recuerdo: las vértebras..."

Un órgano para cada conjunto de afecciones, una estrategía para evitar que el corazón se consuma en la interminable tarea de encajar las penas y las alegrías en cada uno de los latidos que constituyen la banda sonora que hace posible la vida.
La soledad, sin embargo, se sustrae a los imperativos del programa establecido por Gursky. La soledad, ya se sabe, es transgresora, no obedece a normas ni se deja limitar por las leyes. La soledad es voraz, infatigable, siempre está ahí, incluso cuando no lo parece. La soledad es insaciable: “no hay órgano que pueda asimilarla toda”.