All we are is dust in the wind

All we are is dust in the wind

A NADIE PRETENDO COMUNICAR CERTEZA ALGUNA. NO LAS TENGO.

A lo sumo alguna conjetura, siempre desde la incertidumbre.

Hace años lo aprendí de Albert Camus. Más tarde, unas palabras de Michel Foucault volvieron a recordármelo: No hay que dejarse seducir por las disyunciones, ni aceptar acríticamente los términos del dilema: o bien se está a favor, o bien se está en contra. Uno puede estar enfrente y de pie.

"La idea de que todo escritor escribe forzosamente sobre sí mismo y se retrata en sus libros es uno de los infantilismos que el romanticismo nos legó...las obras de un hombre trazan a menudo la historia de sus nostalgias o de sus tentaciones, casi nunca su propia historia" (Albert Camus)

http://books.google.es/books?id=GiroehozztMC&pg=PA25&source=gbs_toc_r&cad=4#

PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA. Paco Fernández.


miércoles, 4 de mayo de 2011

Un ejemplo de antisionismo: Stéphane Hessel ¡INDIGNAOS!


Es un capítulo del libro de Stéphane Hessel ¡Indignaos!, cuya primera edición data de febrero de 2011 y va ya por la quinta reimpresión. Se llama “Mi indignación a propósito de Palestina”. 

Entendería su sentimiento si fuese ecuánime. Si fuese imparcial en sus  juicios y diera a cada uno lo que se merece. Respeto al Sr. Hessel. Su trayectoria, su vida, merecen mi admiración. Pero, no comparto su punto de vista, a mi juicio, teñido de judeofobia antisionista.

En la página 37, nos hace saber que la fuente de su indignación es “…el llamamiento lanzado por los israelíes valientes de la Diáspora…” que critican a los dirigentes israelíes por haber abandonado los valores fundamentales del judaísmo. No sé a qué valores se refiere Hessel y prefiero pensar que es un error de traducción hablar de los “israelíes valientes de la diáspora”. ¿Se refiere a israelíes que han decidido vivir fuera de Israel o a judíos sin nacionalidad israelí que viven en cualquier otra parte del mundo? No los menciona, así que dejemos el asunto.

Más adelante se refiere al informe Goldstone para criminalizar a Israel. Entiendo que no le llegó a tiempo la retractación ya conocida por todos. Con todo, afirma: “Que los propios judíos puedan perpetrar crímenes de guerra es insoportable.” La frase tiene su miga, sobre todo, porque los israelíes han sido sustituidos por judíos. Hessel ha resuelto eficazmente la ecuación: todos los judíos son sionistas, los sionistas perpetran crímenes de guerra, ergo, los judíos son unos criminales.

¿Y de Hamás qué? He ahí una muestra de su reflexión, concretamente en la página 39:

“Lo sé, Hamás, que ganó las últimas elecciones legislativas, no ha podido evitar que se lancen cohetes a los pueblos israelíes en respuesta a la situación de aislamiento y bloqueo en la que se encuentran los gazatíes. Evidentemente, pienso que el terrorismo es inaceptable, pero hay que admitir que, cuando un pueblo está ocupado con medios militares infinitamente superiores, la reacción popular no puede ser únicamente no violenta. “

Me sorprende este párrafo porque es precisamente Hamás quien lanza los proyectiles desde lanzaderas situadas estratégicamente en emplazamientos civiles. Me sorprende este párrafo porque Israel abandonó Gaza en 2005 (Plan de desconexión propuesto por Ariel Sharón en 2004).

Me sorprende su justificación del terrorismo al afirmar que la reacción no puede ser “únicamente no violenta”. 

Me sorprende que, más adelante,  justifique el terrorismo “por la exasperación de los gazatíes” (p. 39).
 
Entiendo al Sr. Hessel, lo entiendo cuando se indigna por las cosas que pasan en este puñetero mundo. Espero que entienda mi indignación cuando la suya se transforma al cruzarse con Israel y se tiñe de judeofobia antisionista.

Sionismo y judeofobia antisionista

Una posible solución al problema del antisionismo no consistiría en convencer a islamistas, hamasianos o hezbulanos, neorrevolucionarios, integristas cristianos, nacionalbolcheviques, extremistas de izquierda o de derecha, "useful fools" y otras variedades de la fauna judeofóba, de que les guste el Estado de Israel -sobre gustos, dicen, no hay nada escrito-, a fin de que dejen ya de deslegitimarlo o de apostar por su destrucción, sino en hacerles saber de que no pueden destruirlo aunque lo desprecien.