All we are is dust in the wind

All we are is dust in the wind

A NADIE PRETENDO COMUNICAR CERTEZA ALGUNA. NO LAS TENGO.

A lo sumo alguna conjetura, siempre desde la incertidumbre.

Hace años lo aprendí de Albert Camus. Más tarde, unas palabras de Michel Foucault volvieron a recordármelo: No hay que dejarse seducir por las disyunciones, ni aceptar acríticamente los términos del dilema: o bien se está a favor, o bien se está en contra. Uno puede estar enfrente y de pie.

"La idea de que todo escritor escribe forzosamente sobre sí mismo y se retrata en sus libros es uno de los infantilismos que el romanticismo nos legó...las obras de un hombre trazan a menudo la historia de sus nostalgias o de sus tentaciones, casi nunca su propia historia" (Albert Camus)

http://books.google.es/books?id=GiroehozztMC&pg=PA25&source=gbs_toc_r&cad=4#

PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA. Paco Fernández.


sábado, 26 de marzo de 2011

3 PARADOJAS FRUTO DE LA JUDEOFOBIA EN SU VERTIENTE ANTIJUDÍA, ANTISEMITA Y ANTISIONISTA


La paradoja judía en la sociedad cristiana antigüa y medieval.

Si el judío no acepta la conversión, entonces es acusado de sostener falsas creencias. Si la acepta, entonces es sospechoso de criptojudaísmo. Ni siquiera la expresión más patente de su nueva fe menoscabará la fuerza de la sospecha.

La paradoja judía en las sociedad modernas.

Si el judio renuncia a la asimilación, entonces, lo hace a la racionalidad, a la modernidad, al progreso, a formar parte de la historia y de la Nación-Estado. Si se asimila, entonces es sospechoso de “quintacolumnista”, de ser un topo al servicio de la conspiración judía mundial.

La paradoja actual


El judío actual, o bien acepta que la legitimidad y la existencia del Estado de Israel se cuestione, y entoces, convierte a Israel en un Estado paria, o bien, no se suma a este cuestionamiento y es tachado de sionista, es decir, acusado de doble lealtad o de haberse vendido a una nación extranjera. 

Una clave judeofóbica

No sé si fue en el Sartre de Reflexiones sobre la cuestión judía o en unos comentarios de André Glucksmann. Fuese como fuese, he aquí unas palabras:

La clave de la judeofobia no es el judío, es el judeófobo. Argumento de hecho: el judeófobo odia sin saber qué odia, salvo el objeto fruto los mitos que en torno a él ha tejido la historia. Argumento de derecho: el judeófobo odia una idea, es decir, mantiene una fe impermeable a las razones y a la experiencia; odia un principio quimérico: la judeidad, un a priori que todo lo justifica: el reproche y la voluntad de exterminio, las llamadas a la conversión y la Shoah.

La proporcionalidad Causa-Efecto: antisionismo judeofóbico

Una cosa es la crítica legítima a un gobierno, otra el cuestionamiento del derecho a la existencia de un Estado. Una cosa es denunciar los abusos de un acción gubernamental, otra afirmar que Israel es el peligro número uno para la paz mundial. Una cosa es no estar de acuerdo con una acción estratégica o con una determinada política, otra, muy diferente, la denuncia sistemática y la aplicación del doble rasero para medir las acciones del Estado de Israel. Una cosa es señalar a los responsables otra hacer de todos y cada uno de los judíos “responsables” o “culpables”. Una cosa es rebelarse contra la injusticia y otra pretender que el Estado de Israel bloquea el desarrollo económico, cultural y moral del conjunto de las sociedades árabes musulmanas. El anticartesianismo bien pensante obvia la precisión de Descartes: la proporcionalidad entre la causa y el efecto. ¿Cómo puede ser que un pequeño Estado, como el israelí, sea la causa de tanto mal y tanta injusticia? Parecería que suprimiendo dicho Estado se acabaría con el MAL en el mundo. El antisionismo es judeofóbico: una nueva forma para ese viejo odio inmemorial que ha sustituido el grito de “judios a Palestina” por el de “judíos fuera de Palestina”.