All we are is dust in the wind

All we are is dust in the wind

A NADIE PRETENDO COMUNICAR CERTEZA ALGUNA. NO LAS TENGO.

A lo sumo alguna conjetura, siempre desde la incertidumbre.

Hace años lo aprendí de Albert Camus. Más tarde, unas palabras de Michel Foucault volvieron a recordármelo: No hay que dejarse seducir por las disyunciones, ni aceptar acríticamente los términos del dilema: o bien se está a favor, o bien se está en contra. Uno puede estar enfrente y de pie.

"La idea de que todo escritor escribe forzosamente sobre sí mismo y se retrata en sus libros es uno de los infantilismos que el romanticismo nos legó...las obras de un hombre trazan a menudo la historia de sus nostalgias o de sus tentaciones, casi nunca su propia historia" (Albert Camus)

http://books.google.es/books?id=GiroehozztMC&pg=PA25&source=gbs_toc_r&cad=4#

PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA. Paco Fernández.


lunes, 25 de junio de 2018

El tiempo, mis yo-es y ella.


Tiempo continuo, línea resuelta en la tríada de Cronos: pasado, presente y futuro. Tiempo narrativo que hace de una vida un relato. Pero esta continuidad que construye nuestra razón, registra nuestra memoria y construye nuestra imaginación, es más bien una ficción que una realidad. No es la lógica hegeliana la que impone una ley a la vida, sino que esta responde a una lógica de la yuxtaposición en la que los elementos experienciales son refractarios a cualquier intento de someterlos a la línea del tiempo. Sin conciencia no hay tiempo lineal. La memoria, facultad constructora donde las haya, construye, diseña, conforma, establece, edifica, crea una ficción que responde al modelo cinematográfico. 

Pero, en el fondo, y quizás en la superficie, esta tentativa vinculada a la necesidad humana de dar un sentido a la vida, no es más que una proyección de los juegos de nuestra mente. La realidad es el fruto del modo de percibir que tiene el ser humano. El tiempo no podía ser menos. 

Me percibo el mismo a lo largo del tiempo. Sin embargo, he de confesar que me siento habitado por múltiples formas de mí mismo, no todas ellas compatibles entre sí. Una de estas formas me compromete con el acto de escribir, siempre en pugna con el resto. A veces, el ruido de la lucha es ensordecedor. Aunque es inevitable. Ese yo ficticio, extraño y desubicado que me muestra ante el mundo se siente, a veces, agotado, extenuado por las batallas que se libran en sus entrañas. Sabe que en su interior no hay lugar para el acuerdo o el consenso. Este yo que trabajo como si de una obra de arte se tratase va y viene como un relámpago entre los azares que lo impulsan y las necesidades con las que se afirma. Vive desasosegado zozobrando inquieto en el proceloso mar de sus errores y de sus aciertos.

Ella es mi antídoto contra el tiempo y contra el sinsentido. Ella es el horizonte que dibuja mi alma cuando intento un nuevo verso y tropiezo con el recuerdo de un beso. Me dejo llevar por las sutiles artes seductoras de la memoria y evoco una escena: “Al ritmo de la música nos desnudamos y nos acariciamos como si la piel fuese el pentagrama en el que se dibujan las notas de un viejo Blues”. 

Porque sé que dentro de ella hay un tiempo denso en el que flotan estos versos:

El deseo navega por las huidizas notas azules
Que fluyen indiferentes al acto de amor que mis labios
                                   Dibujan en tus labios
Mi boca habla a tu boca con el lenguaje que inventan
Mis manos cuando se encuentra con tu sexo
Versos enredados en tu vello púbico
Mi lengua es una mariposa que aletea sobre Venus
Y tu rostro se inunda de tiempo denso