Tiempo continuo, línea resuelta en la tríada de Cronos: pasado,
presente y futuro. Tiempo narrativo que hace de una vida un relato. Pero esta
continuidad que construye nuestra razón, registra nuestra memoria y construye
nuestra imaginación, es más bien una ficción que una realidad. No es la lógica
hegeliana la que impone una ley a la vida, sino que esta responde a una lógica
de la yuxtaposición en la que los elementos experienciales son refractarios a
cualquier intento de someterlos a la línea del tiempo. Sin conciencia no hay
tiempo lineal. La memoria, facultad constructora donde las haya, construye,
diseña, conforma, establece, edifica, crea una ficción que responde al modelo
cinematográfico.
Pero, en el fondo, y quizás en la superficie, esta tentativa
vinculada a la necesidad humana de dar un sentido a la vida, no es más que una
proyección de los juegos de nuestra mente. La realidad es el fruto del modo de
percibir que tiene el ser humano. El tiempo no podía ser menos.
Me percibo el mismo a lo largo del tiempo. Sin embargo, he
de confesar que me siento habitado por múltiples formas de mí mismo, no todas
ellas compatibles entre sí. Una de estas formas me compromete con el acto de
escribir, siempre en pugna con el resto. A veces, el ruido de la lucha es
ensordecedor. Aunque es inevitable. Ese yo ficticio, extraño y desubicado que
me muestra ante el mundo se siente, a veces, agotado, extenuado por las
batallas que se libran en sus entrañas. Sabe que en su interior no hay lugar
para el acuerdo o el consenso. Este yo que trabajo como si de una obra de arte
se tratase va y viene como un relámpago entre los azares que lo impulsan y las
necesidades con las que se afirma. Vive desasosegado zozobrando inquieto en el
proceloso mar de sus errores y de sus aciertos.
Ella es mi antídoto contra el tiempo y contra el sinsentido.
Ella es el horizonte que dibuja mi alma cuando intento un nuevo verso y
tropiezo con el recuerdo de un beso. Me dejo llevar por las sutiles artes
seductoras de la memoria y evoco una escena: “Al ritmo de la música nos
desnudamos y nos acariciamos como si la piel fuese el pentagrama en el que se
dibujan las notas de un viejo Blues”.
Porque sé que dentro de ella hay un
tiempo denso en el que flotan estos versos:
El deseo navega por las huidizas notas azules
Que fluyen indiferentes al acto de amor que mis labios
Dibujan
en tus labios
Mi boca habla a tu boca con el lenguaje que inventan
Mis manos cuando se encuentra con tu sexo
Versos enredados en tu vello púbico
Mi lengua es una mariposa que aletea sobre Venus
Y tu rostro se inunda de tiempo denso