All we are is dust in the wind

All we are is dust in the wind

A NADIE PRETENDO COMUNICAR CERTEZA ALGUNA. NO LAS TENGO.

A lo sumo alguna conjetura, siempre desde la incertidumbre.

Hace años lo aprendí de Albert Camus. Más tarde, unas palabras de Michel Foucault volvieron a recordármelo: No hay que dejarse seducir por las disyunciones, ni aceptar acríticamente los términos del dilema: o bien se está a favor, o bien se está en contra. Uno puede estar enfrente y de pie.

"La idea de que todo escritor escribe forzosamente sobre sí mismo y se retrata en sus libros es uno de los infantilismos que el romanticismo nos legó...las obras de un hombre trazan a menudo la historia de sus nostalgias o de sus tentaciones, casi nunca su propia historia" (Albert Camus)

http://books.google.es/books?id=GiroehozztMC&pg=PA25&source=gbs_toc_r&cad=4#

PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA. Paco Fernández.


lunes, 14 de septiembre de 2015

El abismo


Una mujer laberinto, una mujer humo, una mujer sonámbula, una mujer que me ancla al mundo, a la inmanencia de una vida sin rostros divinos, a mis lágrimas vertidas sobre su sexo tras enfrentar nuestras sonrisas. Lo sé, el coito no anula la distancia, solamente la disimula, la encubre. Lucidez pre-orgásmica que avisa del espacio que hay entre ser y ser a pesar de la conjunción perfecta que procura la anatomía. Luego está la soledad, casi un destino. Y aquí el coito es una máscara. Es una ficción: la ilusión de una presencia que se promete constante. La presencia es efímera, tanto como su aliado el orgasmo. Amar es vivir en el malentendido, mantenerse en la impostura generada por la creencia de que un gesto o un sentimiento pueden disminuir la distancia, salvar el abismo que nos separa. Al otro lado, un rostro difuso se niega ser descifrado. Lo amamos a pesar o por su enigmática imprevisibilidad.
 
Young Woman Lying on the Floor Lámina fotográfica

domingo, 15 de febrero de 2015

Escribir o traicionarse no es, de nuevo, la cuestión.

Aforema 1112

Escribir es hablar de uno mismo, ciertamente, pero, también, traicionarse uno a sí mismo. No hay contradicción alguna cuando se realiza esta actividad tan poco natural. Decir, traicionarse, no es otra cosa que pretender trasladar al lector la convicción de que escribir es desnudarse ante los demás. Normalmente, salvo raras excepciones, escribimos vestidos, bien sea con ropa de calle, en pijama o, si el calor aprieta, con una camiseta y con, al menos, los calzoncillos puestos (o las bragas). No lo voy a negar por ser demasiado evidente: uno habla de sí mismo cuando escribe. Pero, también, no habla de sí mismo cuando escribe. Más que nuestras creencias, filias o fobias, nuestras afirmaciones o negaciones, la escritura muestra, directa o indirectamente, nuestras inquietudes. La afirmación o la negación siempre es provisional. La inquietud siempre permanece.


sábado, 14 de febrero de 2015

Aforema 1229 Grandes Palabras

Quienes me conocen saben de mi desconfianza hacia las grandes palabras: Libertad, Sinceridad, Honestidad, etc. Siempre he hablado de ellas como flatus vocis: necesarias, pero inconsistentes. No soy un realista (ni político ni moral). Mi vida es una refutación del pragmatismo. Necesarias porque en en el gran teatro político (y cotidiano) en el que nos encontramos inmersos, las grandes palabras, si se las carga bien, pueden servir para horadar la fría coraza que envuelve el paquete de mentiras que nos sirven a diario los políticos y sus cómplices en el arte de presentar como bien común lo que no es sino interés privado. Desconfío de la libertad cuando sólo se tiñe de economicismo y sólo se aplica al mercado; desconfío de la honestidad porque se utiliza como disfraz de lo "propio"; desconfío de la sinceridad porque, en muchas ocasiones, no es más que un modo de presentar la comedia; desconfío, incluso, de estas palabras porque, precisamente, son "mías"; desconfío de la humanidad porque en ella no hay hombres, sino sólo una idea que sacrifica inocentes y justifica las masacres. Las grandes palabras están vacías (ídolos huecos, aprendí de Nietzsche). Quizás la cuestión estribe en cómo introducir en ellas la cantidad necesaria y suficiente de crítica que evite su monopolización por las implacables ideologías u ortodoxias que pretenden mutilar nuestra capacidad de reflexión con la estrategia del miedo: ya no a que todo cambie, sino, a que algo lo haga.


jueves, 12 de febrero de 2015

Durrell in my mind



Aforema 2310        Durrell - Revisited

Pronto será de noche o de día, no lo sé y tampoco me importa; escribo en el interior de una habitación sin ventanas, un lugar sin cielo ni infierno, un espacio sin centro en el que todo es borde, frontera asintótica cuya curva es sólo el reflejo de una vida frente a un espejo. He decidido mantenerme durante unos días, o unas horas, no lo sé, aislado del tiempo y de los diferentes modos de medir la vida que hemos inventado los hombres. Estaré aquí hasta el alba, o quizás hasta el anochecer, alimentándome de todo aquello que da sentido a mi vida o de lo que se resiste a asumir con resignación la falta de sentido de la misma. Sé que no quiero seguir forzando a nadie, sino esforzarme yo en no exigir más de lo que los demás puedan o quieran darme; que no quiero prometer el cielo contenido en un verso y quedarme en una rima improvisada que lamenta la pérdida de la palabra en la que se sostenía cuando el poema era sólo una imagen sin texto. Sólo quiero ajustar mi conducta a la lógica que emana de las evidencias que la vida me presenta; que no quiero seguir viviendo en términos de proyectos, esperanzas o expectativas. No espero que los demás entiendan mis palabras ni que sean cómplices de mis silencios. La pregunta de Durrell la llevo adosada al cuerpo: ¿Acaso no depende todo de nuestra manera de interpretar el silencio que nos rodea?