Las
palabras y las cosas, el lenguaje y los hechos, vocales, consonantes, y más
palabras, frases, discursos, libros, bibliotecas, y más allá, o más acá,
permanece indiferente el mundo, el universo hecho de tantos fragmentos, de
trozos de tiempo quemado, de piedras, de calles, de cuerpos, de sueños, de
ideas y pensamientos. Y más allá ese otro orbe, el mundo de los otros, de todos
y cada uno de los otros que no son ni tú, amigo mío, ni yo. Y más acá, pero
siempre cerca, estamos, tú, amigo mío, mi amigo, y yo, siempre transitando los
laberintos de nuestra frágil identidad, reconstruyendo cada día una existencia
endeble con fragmentos de sueños que se evaporan al contacto con la realidad,
recreando una vida que comienza ya a ser más de renuncias que de conquistas. Y
entre lo hallado y lo incierto, amigo mío, nuestra amistad, la mirada amable al
anticipar un descalabro, el gesto que capta una disonancia en el devenir de los
afectos, una copa improvisada a ritmo de Jazz, de Blues, de Soul, o la libertad
de abrir el alma y evitar su caída en los momentos de desconcierto. Amigo mío,
mi amigo, desde aquellas experiencias ubicadas en las aristas de nuestras
vidas, un sonido se eleva, etéreo hacia el cielo. Nos reconocemos en el espacio
diagramado por una voz, una sonrisa o un abrazo. Esos instantes densos en los
que la eternidad penetra el presente para evitar someternos a la tiranía del
tiempo. Las mil y una variaciones en la melodía, las rupturas, las suturas, los
cambios, las improvisaciones, los meandros que describen nuestras vidas no
pueden cancelar el valor de nuestro mutuo aprecio, respeto, cariño y devoción.
«El coche de bomberos que desapareció»(«Brandbilen som försvann») – Maj
Sjöwall y Per Wahlöö (1969)
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El coche de bomberos que desapareció es la quinta entrega del comisario
Martin Beck. La novela comienza con el suicidio de Ernst Sigurd Karlsson.
En la hab...
Hace 18 horas