All we are is dust in the wind

All we are is dust in the wind

A NADIE PRETENDO COMUNICAR CERTEZA ALGUNA. NO LAS TENGO.

A lo sumo alguna conjetura, siempre desde la incertidumbre.

Hace años lo aprendí de Albert Camus. Más tarde, unas palabras de Michel Foucault volvieron a recordármelo: No hay que dejarse seducir por las disyunciones, ni aceptar acríticamente los términos del dilema: o bien se está a favor, o bien se está en contra. Uno puede estar enfrente y de pie.

"La idea de que todo escritor escribe forzosamente sobre sí mismo y se retrata en sus libros es uno de los infantilismos que el romanticismo nos legó...las obras de un hombre trazan a menudo la historia de sus nostalgias o de sus tentaciones, casi nunca su propia historia" (Albert Camus)

http://books.google.es/books?id=GiroehozztMC&pg=PA25&source=gbs_toc_r&cad=4#

PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA. Paco Fernández.


viernes, 15 de julio de 2011

Summer 2011 Innocent when you dream

No es extraño ni paradójico reconocerlo, aunque la mayoría de las veces afirmemos lo contrario: La experiencia sólo sirve para saber que nos vamos a estrellar, pero no para evitar el choque. Y éste duele cada vez más. Porque cada vez resulta más difícil tolerarnos a nosotros mismos, apartar la idea de que cada vida es la historia de un fracaso. Duele, cada vez más, contemplar que el drama se va transformando en una incomprensible tragedia.  
                                                                              (L.C. Incontinencias


“No nos hacemos más fuertes con el paso de los años. La acumulación de penas y sufrimientos va mermando nuestra capacidad de soportar el dolor, y como el padecimiento y la tristeza son inevitables, incluso un pequeño revés en la edad tardía puede repercutir con la misma fuerza que una gran tragedia cuando éramos jóvenes.”
                                                                                 (Paul Auster, Sunset Park)

lunes, 11 de julio de 2011

Del amor y de la sabiduría -A mis alumnos de 2º de bachillerato 2010-2011





La escena se sitúa al final del Banquete, un diálogo platónico de madurez. Alcibíades le propone a Sócrates un trato: su sabiduría a cambio de cualquier cosa.

Sócrates le responde que es un mal negocio, que él no tiene nada que ofrecerle. Que no se puede dar lo que no se tiene, ni recibir aquello que no puede ser dado. En definitiva, que la sabiduría no es algo que se posea, pues el sabio es precisamente aquél que sabe que no sabe, aquél que es consciente de su ignorancia.

La búsqueda de la verdad, de la sabiduría, es una tarea infinita que, en opinión de algunos, se revela como un imperativo moral. Y, aquí, ocurre como en la Ítaca de Cavafis. La sabiduría no puede ser poseída. La dicha se encuentra en el placer del viaje, no en la meta.

Esto es lo que la sabiduría tiene en común con el amor. Ambos son “objetos” cuánticos: si los definimos, no podemos siquiera vislumbrarlos. Si los vislumbramos, cualquier tentativa de definirlos está condenada al fracaso. Poseer la sabiduría o ser dueños del amor son estados incompatibles con el ser o el hacer de los seres humanos.   

Dejarse poseer por la sabiduría, entusiasmarse –en sentido etimológico-, no resistir a su poder de seducción. Seguir el hilo de Ariadna que no conduce a ninguna parte salvo a la conciencia de la complejidad de la vida y del mundo. Y en cuanto al amor: conjugarlo con la alegría, según la entendía William Blake:

Quien a sí encadenare una alegría malogrará su vida alada
Pero, a quien la alegría besare en su aleteo
Vive en el alba de la eternidad…

Y para terminar, una frase que leí hace ya unos cuantos años y que he terminado por hacer mía: de joven quise ser un genio, pero afortunadamente intervino la risa…