Dicen que Eros agoniza debido a la racionalización
contemporánea del sentimiento amoroso, a su mercantilización, y a las nuevas tecnologías que posibilitan una
libertad de elección casi ilimitada, una oferta que supera con creces la
demanda. El amor, dicen, está en crisis, perece porque la contemporaneidad se
ha rendido a sus simulacros. En el corazón de una sociedad cada vez más
narcisista, la condición del amor, la alteridad, va desapareciendo, pues el
otro queda reducido a una mera proyección del sí mismo.
En una sociedad narcisista y del rendimiento, en la que el
mundo no es más que una proyección del sujeto y este se entiende desde la
explotación de sí mismo cuando busca la realización de un ideal, en una
sociedad de la negación de lo negativo, de la negación de la alteridad, el otro
queda reducido a mero cuerpo susceptible de ser consumido, y la sexualidad se
somete a los imperativos del máximo beneficio con el menor coste. Se trata de
explotar el capital sexual que produce la relación entre Dos, que en este caso
no es sino la relación de uno mismo con su proyección encarnada en un
pseudo-otro.
Estas nuevas formas de Eros anulan la distancia necesaria
que debe haber entre amantes. Distancia que posibilita el poder llamar al otro “Tú”,
reconocerlo en su diferencia, amar lo negativo que aporta a mi positividad: el
otro NO es yo.
En la sociedad del rendimiento, en la que todo es posible,
pues aceptar lo imposible es un primer síntoma de fracaso, la racionalización
del amor en términos de la lógica binaria del coste y del beneficio, de la
inversión en forma de capital vital y los dividendos que se presume debe
deparar, descarta la visión romántica de Eros como herida y pasión. Herida en
el yo que se fractura al obligarse a salir de sí mismo en busca del otro,
pasión por la necesidad de hacer de la vida una vida-con-el-otro. Eros, pasión,
herida, distancia, son constitutivos de una diferencia que no sucumbe ante el
paradigma de la igualdad y la simetría. Reconocer la alteridad es reconocer la
diferencia. Eros establece una relación asimétrica: Yo y lo que no es yo.
Positivad y negatividad. Y entre ambos, la tensión necesaria que escapa a toda
tentativa racionalizadora. Eros no es racional ni irracional, sino el fruto de
la tensión entre uno y otro. Anular uno de los elementos es anular el amor.