Algo cambia cuando veo que te alejas. Una grieta
en el tiempo y un hueco en el espacio. Tu cuerpo que me abandona y tu mirada
que se pierde. Tu ausencia me invita a inventarme una vida que no te contiene,
unos brazos que no intenten retenerte, una casa sin muros, ni cerrojos, abierta a tu deseo. Mientras
existo en ti derramado, mientras existes en mi vertida, yo debo vivir porque sé
que nunca estás ausente. Mi deseo es fuerza que te acerca y no abismo que te aleja. Mi deseo evita la erosión de esa inefable sensación de ser cíclopes hasta,
como tú dices, después de siempre. Algo cambia cuando un fantasma surge del
frío, pierdo el ritmo y un paso en falso me saca del escenario, y la risa huye, y
la cara se agrieta tras un telón de silencio, la alegría enmudece y la piel se agrieta por la ausencia de mi alma en tu cuerpo. No hay rima que sustancie el ritmo
de todos los versos, ni beso que contenga todos los besos, porque, en
definitiva, somos quiénes somos o lo que nos hemos hecho, a golpes de soledad y
de silencio, embriagados de placer viviendo el tiempo denso. Solos entre Otros,
vagamos, en ocasiones, perdidos, hasta que nos volvemos a encontrar en esa
encrucijada en que se citan tu soledad y mi soledad, tu cuerpo desnudo y mi
mirada atenta. La mirada, inolvidable, que cruzamos aquella mañana en el café donde escuchamos esta hermosa canción de Simply Red:
«El coche de bomberos que desapareció»(«Brandbilen som försvann») – Maj
Sjöwall y Per Wahlöö (1969)
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El coche de bomberos que desapareció es la quinta entrega del comisario
Martin Beck. La novela comienza con el suicidio de Ernst Sigurd Karlsson.
En la hab...
Hace 18 horas