All we are is dust in the wind

All we are is dust in the wind

A NADIE PRETENDO COMUNICAR CERTEZA ALGUNA. NO LAS TENGO.

A lo sumo alguna conjetura, siempre desde la incertidumbre.

Hace años lo aprendí de Albert Camus. Más tarde, unas palabras de Michel Foucault volvieron a recordármelo: No hay que dejarse seducir por las disyunciones, ni aceptar acríticamente los términos del dilema: o bien se está a favor, o bien se está en contra. Uno puede estar enfrente y de pie.

"La idea de que todo escritor escribe forzosamente sobre sí mismo y se retrata en sus libros es uno de los infantilismos que el romanticismo nos legó...las obras de un hombre trazan a menudo la historia de sus nostalgias o de sus tentaciones, casi nunca su propia historia" (Albert Camus)

http://books.google.es/books?id=GiroehozztMC&pg=PA25&source=gbs_toc_r&cad=4#

PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA. Paco Fernández.


domingo, 8 de abril de 2012

Texto cervicálgico contra las derechas y las izquierdas: I fought the law and the law won

La rigidez de la zona cervical que ha bloqueado mi cuello pero no mis dedos ha generado, en el curso de la lectura de un texto biográfico sobre Michel Foucault, el siguiente panfletillo:
 

Somos ciudadanos. Usted y yo, también los demás, somos ciudadanos. Frente a nosotros aquéllos que detentan el poder político –biopolítico- (y económico, y cultural, y etc.). Somos  sujetos de derechos y de deberes y estamos “sujetos” a una determinada forma de gobierno. Más allá o más acá de posiciones estratégicas de carácter ideológico –derechas o izquierdas, conservadoras o progresistas- nuestra común ciudadanía nos impele a levantarnos contra todos los abusos del poder, independientemente de quién sea el autor y quiénes sean las víctimas. Somos ciudadanos y tenemos en común el hecho de ser gobernados. Ahí reside la clave de nuestra solidaridad. Los gobernantes afirman que su objetivo es el bien común, la felicidad de los gobernados. Y así se reservan el derecho de condenar al ciudadano a pagar las deudas generadas por sus decisiones y negligencias. La responsabilidad es una cualidad ajena y extraña a nuestros gobernantes. Somos ciudadanos y rechazamos la economía de las funciones que disponen: la indignación para el ciudadano, la acción para el gobernante. Indignación lírica que fomentan y se adecúa perfectamente a su intereses. La indignación del ciudadano le viene bien al político mientras ésta se inscriba exclusivamente en el ámbito de lo teórico y no se proyecte en el ámbito de la praxis. Vosotros indignaos y hablad que nosotros decidiremos, dicen confiados. Somos ciudadanos y basta ya de indignación ritualizada en gestos y manifestaciones inocuos. La asepsia ciudadana debe dejar paso a la tarea de quitar a los políticos el monopolio de la acción. Sobre todo, cuando ésta se encuentra desprovista de una evaluación de sus consecuencias.