Somos ciudadanos. Usted y yo, también los demás, somos ciudadanos. Frente a nosotros aquéllos que detentan el poder político –biopolítico- (y económico, y cultural, y etc.). Somos sujetos de derechos y de deberes y estamos “sujetos” a una determinada forma de gobierno. Más allá o más acá de posiciones estratégicas de carácter ideológico –derechas o izquierdas, conservadoras o progresistas- nuestra común ciudadanía nos impele a levantarnos contra todos los abusos del poder, independientemente de quién sea el autor y quiénes sean las víctimas. Somos ciudadanos y tenemos en común el hecho de ser gobernados. Ahí reside la clave de nuestra solidaridad. Los gobernantes afirman que su objetivo es el bien común, la felicidad de los gobernados. Y así se reservan el derecho de condenar al ciudadano a pagar las deudas generadas por sus decisiones y negligencias. La responsabilidad es una cualidad ajena y extraña a nuestros gobernantes. Somos ciudadanos y rechazamos la economía de las funciones que disponen: la indignación para el ciudadano, la acción para el gobernante. Indignación lírica que fomentan y se adecúa perfectamente a su intereses. La indignación del ciudadano le viene bien al político mientras ésta se inscriba exclusivamente en el ámbito de lo teórico y no se proyecte en el ámbito de la praxis. Vosotros indignaos y hablad que nosotros decidiremos, dicen confiados. Somos ciudadanos y basta ya de indignación ritualizada en gestos y manifestaciones inocuos. La asepsia ciudadana debe dejar paso a la tarea de quitar a los políticos el monopolio de la acción. Sobre todo, cuando ésta se encuentra desprovista de una evaluación de sus consecuencias.
Publicación del libro “Gestos en la noche. Historias de represión, erotismo
y sociabilidad LGTB+ (1971-1979)”, escrito por Javier Fernández Galeano,
miembro del HUM-536
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