Aforema 1847 Del amor y/o de la amistad. A propósito de un libro de G. Steiner.
En Fragmentos* de George Steiner encuentro un capítulo titulado
“Amistad, homicida del amor”. El punto de vista recoge el tópico
enraizado en la tradición: una relación sentimental o amorosa expulsa
fuera de sus límites cualquier tipo de relación de amistad entre los
implicados. O, a la inversa, una relación sentimental debe desalojar a
Eros de su seno si aspira a suscitar una relación de amistad entre los
amantes.En definitiva, o se es amante o se es amigo, pero no se puede
ser amante y amigo.
No es necesario definir los términos (amistad/philia y amor/eros) pues me remito a su uso en el lenguaje cotidiano. Todos sabemos usar ambos, aunque seamos conscientes de las dificultades que encierra la tarea de intentar definirlos. Steiner tampoco lo hace. Nos habla de los beneficios de la amistad: “…la compensación de la existencia humana…el enigma de la gracia que le permitida al hombre (caído).” Y se pregunta: “…¿cómo es que la amistad ‘asesina’ al amor?”
No es necesario definir los términos (amistad/philia y amor/eros) pues me remito a su uso en el lenguaje cotidiano. Todos sabemos usar ambos, aunque seamos conscientes de las dificultades que encierra la tarea de intentar definirlos. Steiner tampoco lo hace. Nos habla de los beneficios de la amistad: “…la compensación de la existencia humana…el enigma de la gracia que le permitida al hombre (caído).” Y se pregunta: “…¿cómo es que la amistad ‘asesina’ al amor?”
¿Qué asesina la amistad? Steiner realiza una
exposición en la que se dan cita las diferentes modalidades del amor,
desde la necrofilia hasta el amor platónico, y de sus consecuencias
ligadas a la sexualidad: desde el masoquismo hasta el sadismo, pasando
por la coprofilia y la necrofilia. Pero esta reflexión previa es
anecdótica. Tras ella, Steiner insiste en la pregunta: “…¿cómo puede ser
que la amistad ‘asesine’ al amor?”
La respuesta es una colección
de tópicos que en el mejor de los casos solo ilustran lo que ocurre en
el paradigma del amor-posesión o del amor romántico. Y en dicho
paradigma, Steiner tiene razón cuando afirma que la amistad está
“enraizada en la libertad” y libre de “los imperativos de la
sensualidad”. Pero la historia y la realidad son complejas y plurales.
Hubo y hay relaciones que no se someten a dicho paradigma. Y no son una
excepción. Lo que ocurre es que cuando se habla de amor-posesión, la
posesión anula el amor. Y la relación obedece más a la situación del amo
y del esclavo que a la del amante y amigo. ¿Acaso la relación amorosa
está menos enraizada en la libertad que otro tipo de relaciones? ¿Acaso
el cuerpo, la sensualidad, debe ser pensado como un obstáculo y no,
precisamente, como el vehículo transmisor de una espiritualidad
necesaria para conjuntar eros y philia? ¿Acaso la amistad, para ser tal,
ha de ser desapasionada? ¿Es la pasión una objeción? ¿No es la pasión
el fuego que alimenta la comunión de las almas? No le pasa desapercibida
esta objeción a Steiner cuando señala que “…la amistad es aquello que
apasiona dentro de la razón, dentro de la bondad desinteresada que hace
generoso el pensamiento e inteligente al corazón.” Pero, entonces, ¿qué
demos pensar siguiendo esta línea de razonamiento? ¿Que la pasión
amorosa es irracional, interesada, egoísta y propia de corazones
estúpidos? No lo creo. Eros, como philia, exige la razón, el desinterés,
la generosidad y el conocimiento. En cualquier otro caso, no es Eros,
sino incapacidad, temor a la soledad o ansía de dominio.
Steiner
entra en materia al afirmar que “En el matrimonio, en cualquier
experiencia erótica prolongada, la amistad puede resultar fatal. Los
amantes no son amigos.” ¿Sus argumentos? El vaivén de peleas y
reconciliaciones que caracterizar a Eros. ¿Acaso la amistad está libre
de estas contingencias? Por supuesto, el deseo que todo lo enmaraña. Y
la tristeza que sigue al coito (Post coitum tristitia). Y para rematar,
Steiner recurre a la sentencia freudiana de que “…pasados los cuarenta y
cinco años, el sexo es un poco degradante.” O sea que el conflicto
(inevitable en las relaciones humanas), el deseo (necesario para las
relaciones humanas) y la tristeza (inevitable en las relaciones humanas)
son objeciones que imposibilitan una relación de amantes-amigos. Allí
donde Steiner ve objeciones, yo vislumbro motivos. Allí donde Steiner
observa obstáculos, yo imagino puentes y arietes para destruir muros.
Steiner rebaja el sexo a un batiburrillo de jadeos “risibles” y
“repugnantes” que la pareja debe desalojar de su relación para que
germine la amistad. Lo cual contrasta con mi idea (y mi praxis) de que
el sexo es una variedad del tacto que nos reconcilia con la vida y con
el mundo. Donde el encuentra tristeza post coitum, yo encuentro plenitud
y dicha.
La historia y la vida han enfrentado a Eros y Philia.
Steiner lo ha constatado. A lo largo de esa misma historia y de esa
misma vida, hay quien no solamente no los ha enfrentado sino que los ha
pensado y los ha vivido de un modo armónicamente conflictivo. Quien lo
probó, lo sabe: la felicidad quizás se revele justo en ese momento en el
que uno mira a su amante y encuentra en él o ella, un amigo.
*George Steiner. Fragmentos. Siruela, Madrid, 2016