Una posible solución al problema del antisionismo no consistiría en convencer a islamistas, hamasianos o hezbulanos, neorrevolucionarios, integristas cristianos, nacionalbolcheviques, extremistas de izquierda o de derecha, "useful fools" y otras variedades de la fauna judeofóba, de que les guste el Estado de Israel -sobre gustos, dicen, no hay nada escrito-, a fin de que dejen ya de deslegitimarlo o de apostar por su destrucción, sino en hacerles saber de que no pueden destruirlo aunque lo desprecien.
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