A propósito de una declaración del filósofo Carlos Garcia Gual:
"Las Humanidades no han fracasado; la sociedad ha perdido el sentido de la sabiduría"
querría yo decir las siguientes palabras:
La sabiduría no coincide con
la erudición. Hay eruditos que no llegan a ser sabios y sabios que no
necesitan ser eruditos. Luego está la filosofía, que, a mi juicio, exige
una cierta "erudición inútil". Inútil aquí tiene un sentido positivo,
al contrario de lo que dicta un cierto sentido común. Inútil para
aquellos que tiene solamente un sentido pragmático de las cosas, para
aquellos que confunden utilidad y valor. ¿Cuántas cosas valiosas carecen
de utilidad precisa? Las personas pueden resultarnos útiles o no, según
el tipo de relación que tengamos con ellas: laboral, profesional, de
amistad, etc. Ahora bien, en todas ellas hay un valor intrínseco que
trasciende la historia: la dignidad. Es, precisamente, el valor sobre el
que se apoya toda ética y toda moral. Además, es un valor universal que
no le debemos a los griegos -que, por otra parte, tantas cosas les
debemos- sino al Cristianismo, cuando formuló que "todos somos hijos de
Dios". El creyente y el ateo -o agnóstico- no pueden sino coincidir en
este aserto. La sabiduría o filosofía práctica no tiene sentido si no
entendemos que a pesar de las diferencias que existen entre las
personas, es el valor intrínseco de la dignidad el que nos une en una
sola comunidad. Y se me dirá: esto es teoría, buenismo, utopía, etc. No
lo niego. Pero ¿no es acaso la ética -la sabiduría- el intento
permanente, constante, interminable, de domesticar nuestra naturaleza
según principios que nos trascienden?
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