Levedad, pesantez, densidad. Aforema 1717
Dice el talabartero que devino poeta:
Ahora estoy caído
y soy todo peso,
(…)
Venga la levedad como pueda,
de donde sea.
Digo yo, casi grito: junto a la levedad y la pesantez, la densidad, de la vida, en la vida. El tiempo denso forjado a ritmo lento de ciertos fragmentos cotidianos, de ciertos pecios existenciales que zozobran, a veces, sin orden, sin propósito, sin meta…Tiempo denso en el que nos abismamos al ceder al peso de las emociones y sentimientos liberados del corsé del silogismo y del razonamiento. Tiempo denso que nos eleva al fusionarnos con el instante cuando los límites físicos ceden ante la inevitable comunión de los espíritus: amor, empatía, simpatía, sexo…No obstante, el tiempo denso, siempre contingente, deviene ficción necesaria cuando se resiste a su propia contingencia. Porque ni siquiera el artista puede escapar del hecho de que con su obra solo capta el rastro que deja la fugacidad. Porque como decía el filósofo: “La ligereza tiene plomo en las alas”.
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