Aforema 1112
Escribir es hablar de uno mismo, ciertamente,
pero, también, traicionarse uno a sí mismo. No hay contradicción alguna
cuando se realiza esta actividad tan poco natural. Decir, traicionarse,
no es otra cosa que pretender trasladar al lector la convicción de que
escribir es desnudarse ante los demás. Normalmente, salvo raras
excepciones, escribimos vestidos, bien sea con ropa de calle, en pijama
o, si el calor aprieta, con una camiseta y con, al menos, los calzoncillos
puestos (o las bragas). No lo voy a negar por ser demasiado evidente:
uno habla de sí mismo cuando escribe. Pero, también, no habla de sí
mismo cuando escribe. Más que nuestras creencias, filias o fobias,
nuestras afirmaciones o negaciones, la escritura muestra, directa o
indirectamente, nuestras inquietudes. La afirmación o la negación
siempre es provisional. La inquietud siempre permanece.
LITERATURA / PEQUEÑAS HISTORIAS DE GRANDES MOMENTOS, DE MARISA PINTA
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Amenos, exquisitos y ligeros estos momentos estelares de la humanidad, con
permiso de Stefan Zweig, contenidos en *Pequeñas historias de grandes
momen...
Hace 17 horas

