TIERRA DE NADIE

Un amigo me preguntó por qué me es tan grata la expresión “Tierra de
nadie”. Fue el título de uno de mis programas de radio y el de un blog que cada
vez tengo más descuidado. Me llama la atención, sobre todo, su ambigüedad: un
espacio que no es propiedad de nadie cuando todo espacio es ya propiedad de
alguien.
En Tierra de nadie hay límites pero no hay fronteras, no hay ficciones
cartográficas que delimiten el territorio en el que uno puede ser llamado
extranjero o forastero, inmigrante, espalda mojada o usuario de patera. Tierra
de nadie se instala en un lugar cuyas coordenadas no han sido aún trazadas en
cualquiera de los mapas conocidos hasta la fecha. Su laberíntica geometría hace
imposible cualquier tentativa de cartografiarla. Tierra de nadie no se somete a
los dictados de los que astutamente han conseguido repartirse el planeta a
golpes de cruzadas civilizatorias. Ni es el resultado de un proceso que acaba
con una bandera clavada en la tierra. Tierra de nadie escapa a las sutiles
trampas de la propiedad y no se deja seducir por el fulgor rutilante de los
compromisos políticos, religiosos o ideológicos. En la tierra de nadie no
existen líneas rectas, ni funciones matemáticas que reduzcan a una fórmula su
geometría. En tierra de nadie se anulan los axiomas y los teoremas, se alteran
los corolarios y estallan las tautologías. En la tierra de nadie no hay
contornos ni líneas divisorias, mucho menos entornos, distornos o contornos, si
apelamos a la conceptualización del insigne filósofo Gustavo Bueno.
Su esencia
es la indeterminación, la resistencia que opone a ser encerrada en una
definición, sea ésta por el género y la especie o por cualquier nota esencial
que cierre el infinito que la proyecta hacia todo tiempo y en todas
direcciones. Tierra de nadie es impetus,
impulso hacia allí donde no hay meta ni propósito, allí donde sólo hay
horizonte, siempre alejándose, más allá del cual no hay sino más Tierra de
nadie, una actitud que apunta hacia la dislocación y el revés de las formas
cotidianas de la existencia, tan dóciles ellas y tan útiles.
Tierra de nadie es
rebelión, aunque sólo sea contra nosotros mismos: espejos, por supuesto, de lo
que ha adquirido el rango de “políticamente correcto”. Tierra de nadie quiere
ser, por ello, incorrección, esto es, manifestación de una fuerza que se
resiste a ser anulada, que se afirma contra aquellos que niegan la caducidad de
toda forma de experiencia.
Tierra de nadie te invita a emprender una búsqueda
cuya única recompensa consiste precisamente en experimentar el viaje por lo que
vale en sí mismo. Recurro, para terminar, al tópico que forjó el maestro
Cavafis: “Cuando salgas de viaje para
Itaca, desea que el camino sea largo…”
https://youtu.be/MTdozEmP8LY