Otro día de encierro.
Nostalgia
Yo fui el primero que pronunció la palabra. La misma
que inundó la habitación con la fuerza de las letras que la componen:
N-O-S-T-A-L-G-IA. Nostalgia del afuera, del exterior, del ruido de las calles,
de los semáforos que detienen a unos y permiten el paso a otros, del tiempo que
consumimos en decidir qué ropa ponernos, del encuentro azaroso con un conocido,
en definitiva, de todos aquellos actos cotidianos que hasta hace unos días
pasaban desapercibidos pues formaban parte de nuestros hábitos y rutinas.
Recordé entonces un breve fragmento del poeta judío
Edmond Jabès: “Ella se ha levantado, me ha mirado de hito en hito durante un
instante, como si ya no me reconociese, luego se ha ido sin pronunciar palabra
alguna”.
Es cierto, ella se marchó, pero, en este caso, sí dijo
algo que activó mi confinada mente para invitarme a la reflexión. Unas palabras
de la escritora Rosa Montero:
“La vida es un pequeño
espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo
que ya no vas a poder vivir. Y el momento justo de la acción es tan confuso,
tan resbaladizo y tan efímero que lo desperdicias mirando con aturdimiento
alrededor"
Mi primera confinada sensación fue que Las palabras de
R. Montero eran una prueba de que el mundo de los juntapalabras se divide en
dos categorías: los que saben hacerlo, como ella, y los que lo intentan, como
yo, pero no consiguen su propósito.
La nostalgia es una afección que conjuga el tiempo de
un modo implacable. Pasado, presente y futuro se dan cita cuando nos invade con
su colosal fuerza.
Por una parte, y siempre teniendo en cuenta las
palabra de Montero, el pasado: “lo que aún no has vivido”: las vivencias
proyectadas, diferidas, posibles unas, imposibles, otras, en todo caso,
anheladas, deseadas, soñadas. Quisiera, aquí, introducir un humilde y evidente
añadido. Reconozco en la nostalgia la constatación de una "ausencia"
que apunta a lo vivido y perdido. Constatación que no puede producirse sino en
el presente.
¿Y el futuro? La proyección hacia el futuro que
implica el fragmento "la de lo que ya no vas a poder vivir" creo que
es lo más significativo y contundente de su enunciado. No se va a poder vivir
aquello que se ha perdido y no hay posibilidad que se vuelva a dar, tampoco aquello
que no se ha vivido pero que las condiciones y circunstancias físicas,
intelectuales, existenciales, etc., no dibujan ya en nuestro horizonte vital.
Finalmente, la segunda parte de la frase es tan
evidente que no admite comentarios. Salvo constatar que quizás no reparo-ramos
lo suficiente en la tendencia que tengo-tenemos para desperdiciar el tiempo,
los momentos o el punto de inflexión para tomar la decisión más acertada según
mis-nuestras expectativas, deseos y convicciones.
Y, después, la mirada "aturdida" que me-nos
lastra, que nos precipita a la pasividad y la indolencia. ¿Cuántas veces la
hemos experimentado? ¿Cuántas veces nos hemos revelado contra nosotros mismo
por permitirnos esa mirada?
Coincido con Arnoldo Liberman en que la nostalgia de
esencialmente una derrota. La nostalgia es sombra y silencio. No obstante, hay
derrotas que se ganan. Yo también soy un nostálgico que se desespera en sus
intentos de vivir exento de ese aturdimiento que mina el cuerpo y el alma. Pero
la desesperación es un estado provisional -nadie puede vivir desesperado de
forma permanente- y superable si atendemos como se merece aquella frase de
Nietzsche que en alguna ocasión he mencionado:
Quien tiene un porqué para vivir encontrará siempre el
cómo...
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