Hoy he decidido dejar de lado la maldita filosofía, ese tábano cuya picadura no ha hecho otra cosa, a lo largo de mi vida, que complicar mi existencia con preguntas sin respuesta y cuestiones cuya utilidad siempre está en tela de juicio. Me levanté al alba -un hábito pernicioso que no logro extirpar de mi monótona existencia- y entre sorbo y sorbo de café, entre calada y calada de cigarrillo –otro vicio, pero quizás no tan perverso como el anterior- tomé la decisión de aparcar mis veleidades pseudointelectuales, caracterizadas por una tendencia implacable a la erudición inútil y a la escritura prescindible, y dedicarme al bricolaje sin riesgo y a la reestructuración de la sala donde consumo mi vida sin objetivo, meta ni propósito.
Durante el
proceso me he cargado una estantería de Ikea al intentar moverla repleta
como estaba de esos pequeños objetos manuables que saturan el espacio
que habito. Tuve, además, muchas dificultades para volver a conectar
todos los cables que, previamente, sin orden ni concierto, había
retirado de sus lugares naturales. Fracasé en el enésimo intento de
colocar dichos cables de tal modo que pasasen desapercibidos. Los
organizadores de cables no son fiables. El nivel, tampoco. Los agujeros
que había hecho no coincidían con los agujeros de las escuadras de la
balda que intentaba colocar. Así que tuve que hacer más agujeros. Al
final, la balda encajó. He descubierto libros que no recuerdo haber
comprado ni haber pedido prestados. He echado de menos otros que no
recuerdo haberlos prestado.
Así, una tarea a la que asigné un par de horas, me ha llevado todo el día. Mañana me he propuesto seguir impregnando mi existencia de acciones verdaderamente útiles. Mañana, si nadie lo remedia, le toca a la sala de estar. Pero juro que no tocaré las estanterías de Ikea.
Así, una tarea a la que asigné un par de horas, me ha llevado todo el día. Mañana me he propuesto seguir impregnando mi existencia de acciones verdaderamente útiles. Mañana, si nadie lo remedia, le toca a la sala de estar. Pero juro que no tocaré las estanterías de Ikea.
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