Aforema 1203 Censura y autocensura
Coetzee propuso la figura de “lo indeseable” como aglutinadora de todo aquello que resulta inaceptable, por subversivo o repugnante, para un régimen o institución de carácter político, religioso, ideológico, etc. Lo indeseable es ofensivo, y el ofendido lo está porque se cree en posesión de la verdad que impone a los demás y de la certeza que no admite ningún género de duda.
[…] “lo indeseable”, la categoría bajo la cual (el censor) equipara de manera forzada e incluso caprichosa lo subversivo (lo políticamente indeseable) y lo repugnante (lo moralmente indeseable).[1]
En la representación que el poder tiene de sí mismo, la censura estatal se presenta como instrumento legítimo de defensa contra la subversión y la inmoralidad, contra lo indeseable política y moralmente. Lo indeseable no es lo que no se puede desear, sino lo que no “se debe” desear:
[…] es característico de la lógica paranoide de la mentalidad censora que la virtud, como tal, ha de ser inocente, y por lo tanto, a menos que la proteja, vulnerable a las artimañas del vicio.”[2]
La censura del régimen franquista, en connivencia con la Iglesia Católica, respondía en su fundamentación teórica y en su praxis a la definición del escritor sudafricano, pues aunó en un solo término todo aquello que era censurable: lo indeseable -sin distinción entre lo político y lo moral.
El acto del censor se concreta en la exclusión o la condena al silencio de lo indeseable o inaceptable. Cuando el censor circunvala la voluntad del escritor sin ejecutar su tarea, pero interiorizado por este último, nos encontramos con el fenómeno de la autocensura. Si la censura institucional es un síntoma de debilidad, pues muestra la impotencia discursiva del poder para proyectar su grado de certeza con respecto a una ideología o creencia, la autocensura lo es de acomodación a un contexto definido por lo políticamente correcto o lo socialmente apropiado a los fines o intereses del autocensurado.
El censor actúa, o cree que actúa, en interés de la comunidad. En la práctica, es frecuente que exprese la indignación de la comunidad o que imagine dicha indignación y la exprese; en ocasiones imagina la comunidad como la indignación de esta.[3]
La autocensura es el deseo o el sueño del censor que en su solaz retiro imagina a los propios escritores censurarse a sí mismos.
[1] J. M. Coetzee. Contra la censura. Debate, Barcelona, 2007, p. 9.
[2] Ibid., p. 21.
[3] Ibid., p. 24. La cursiva es mía.