El Holocausto no fue un episodio “extraño” a la sociedad moderna, sino su producto, fundamentalmente la voluntad de los Estados-Nación de ocultar y anular al “extraño”, según criterios racistas o culturales, en virtud de la asimilación cultura. Baumann propone la figura del judío como arquetipo de la “extrañeidad”. Los nazis utilizaron las herramientas técnicas e ideológicas que la modernidad había generado para lograr la máxima eficacia en la consecución de sus objetivos. El Holocausto no fue una locura perpetrada por unos sádicos, sino el resultado de una acción colectiva que implicó a toda una sociedad, a sus instituciones y mecanismos racionales, para lograr el éxito de su empresa de exterminio: el lenguaje neutro y propagandístico, la división del trabajo, la invisibilidad de las víctimas, la postulación de un ideal o destino nacional común e, incluso, la colaboración de las mismas víctimas. La sociedad moderna no debía conducir necesariamente al Holocausto, pero sí contenía los elementos que lo hicieron posible. ¿Hemos analizado suficientemente dichos elementos?
SOCIEDAD / UN PAÍS ANÓMALO
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