Aforema 0735 Arcadio o la tentación de ser único
¡Qué decepción! -Exclamó Arcadio cuando creyéndose único se descubrió normal y corriente, pues su singularidad no pasaba de ser una pretensión que la realidad refutaba en cada instante de su vida y su idiosincrasia no era más que un trampantojo del estereotipo, una ficción desmentida por la fuerza de la adhesión soterrada a los estándares de la sociedad en la que se encontraba cómodamente instalado. Su desencanto devino contrariedad cuando constató que su peculiar rebeldía, de la que se sentía tan orgulloso, no era más que el velo que encubría sus inumerables servidumbres voluntarias.
Quizás, Arcadio -le respondió el barman- es que empezaste a construir tu casa por el tejado. Es la mirada del otro la que te singulariza, la misma que te distingue del resto de los mortales, aquella que nace de unos ojos en los que te atreves a mirarte sin temor ni temblor, la que refuta -o corrobora- la afirmación de Sartre: "el infierno son los otros".