Aforemas sobre un idiota del siglo XXI
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Felice ma non troppo
Aforemas sobre un idiota del siglo XXI
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Aforemas sobre un idiota del siglo XXI
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Los idiotas (yo) tenemos una cierta tendencia a construir fortificaciones defensivas cuyos materiales son las Grandes Ideas: Libertad, Humanidad, Honestidad, Justicia, etc., para protegernos de las exigencias de lo concreto. Renegamos de los seres que amamos –intelectual o sentimentalmente- porque no responden a los ideales que les hemos estampado -hasta borrarlo- en el rostro. El diagnóstico lo podemos leer en Camus: “On aime l’humanité pour ne pas avoir à aimer les êtres”. Las Grandes Ideas: eternas, inmutables, tiránicas, hieráticas, estáticas...Las Grandes Ideas ajenas a las contingencias del movimiento, del tiempo. Las Grandes Ideas y nosotros tan pequeños, tan idiotas, postrados ante ellas, en patética reverencia.
Aforemas sobre un idiota del siglo XXI
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El idiota (yo) se mira al espejo y constata una de sus idiosincrasias más significativas: la estupidez. Quizás no sea sino otra de las formas que adopta la idiotez. El idiota (yo) es estúpidamente fetichista, pues no alcanza a entender la evidente distinción que hay entre las palabras y las cosas, entre el lenguaje y los hechos. El idiota (yo) se refugia en las palabras para no hacer frente a los hechos, piensa para evadirse de la acción. El idiota (yo) es un timorato que disfraza de virtudes sus complejos, es un profesional de la comedia, sobre todo cuando se empeña en concebir su vida como una tragedia que magnifica lo negativo y desprecia lo positivo.
Coda
La cuestión ineludible del idiota: How Could I Be Such a Fool? (Frank Zappa dixit)
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El idiota (yo) es la expresión de la tensión hiperbólica irresoluble entre el pensar y el hacer, la teoría y la praxis, el conocimiento (o la ignorancia de aquel que cree saber lo que no sabe) y la vida, la filosofía (o la ideología –si es que se pueden trazar los límites entre ambas) y la acción. La idiotez no se genera con la tensión, sino con la exacerbación de la misma. La tensión exacerbada se convierte en un instrumento que produce, a su vez, toda suerte de evasivas y subterfugios para enmascarar su origen: la idiotez que intenta encubrir. El idiota (yo) es un pusilánime y un epítome de la impotencia: sufre de vértigo existencial ante los asuntos más nimios de la vida cotidiana, pues no los afronta como lo que son, sino como síntomas o efectos de un deterioro más profundo de sí mismo y de sus relaciones con los demás.