jueves, 14 de abril de 2022
Aforema 0735 Arcadio o la tentación de ser único
domingo, 10 de abril de 2022
Aforema 2050 Acuarela
Aforema 2050 Acuarela
Hay una imagen que se multiplica por los lugares habituales que me habitan y que habito. La descubro en los espejos que me devuelven su rostro cuando soy yo el que se mira, en la canción de aquel crooner que hablaba de un piano ebrio de alcohol y soledad, en la portada de un libro de Cortázar en la que no aparece la Maga, en algunos versos de Ángel González que la mecen con sus rimas, en las frases que pronuncia el protagonista en la novela negra que estoy leyendo, en las voces amigas que me cobijan cuando la mía se hiela por el efecto de algún infortunio, en la mirada de unos ojos que no son los suyos, en el humo de un cigarrillo elevándose ingrávido hasta confundirse con su ausencia, en la ceniza que se disuelve antes de tocar el suelo, en una carretera mil veces transitada pero que ahora me desconcierta, en el eco que se instala en mi mente al escuchar una voz parecida a la suya, en las teclas del ordenador que se reorganizan para formar su nombre, en la alucinación transparente que invento cuando deambulo sonámbulo por el laberinto de mi existencia, en el sonido casi imperceptible que nace del acto de pasar la página de un libro, en el punto en el que se cruzan las cuatro perspectivas del Cuarteto de Alejandría, en la mirada agradecida de un perro cuando lo acaricio, en las historias de cronopios y famas –de nuevo y siempre Cortazar-, en el silencio de la página que se resiste a mis intentos por desentrañar su enigma, en la ráfaga de aire que me ha dado un susto de muerte cuando he puesto la moto a una velocidad excesiva, en la arena de la playa que he pisado esta mañana, en el mismo viento que nos lleva -que nos llevará a tararear “Je n'ai pas peur de la route, faudrait voir, faut qu'on y goûte, des méandres au creux des reins, et tout ira bien là, le vent nous portera”-, en un avión que desaparece y del que solo me queda la melodía que inventó Toquinho cuando pintó su acuarela: “Entre as nuvens vem surgindo um lindo avião rosa e grená, tudo em volta colorindo com suas luzes a piscar”.
sábado, 9 de abril de 2022
Aforema 2304 Arcadio en el Cluny
Aforema 2304 Arcadio en el Cluny
Encontré a Arcadio en el Cluny, el bar que frecuentamos
desde siempre. Me volvió a comentar sus ideas sobre los “abrefácil”, expresión
que aparece en todo tipo de productos, desde las latas de mejillones en
escabeche hasta los paquetes de queso bajo en grasa. Es una cuestión que le
obsesiona, pues es síntoma, afirma él, de la distancia infinita entre un término
y su referencia empírica. Dice que jamás ha emprendido acción alguna al abrigo
de las expectativas que genera la palabreja que pueda convertirse en argumento
para justificar la conjunción de las nueve letras que la componen. De hecho,
habla de lucha o combate cada vez que intenta hacer honor al mecanismo de
apertura de dicha gama de productos. Me mostró su mano herida al intentar abrir
“fácilmente” una lata de atún en aceite de oliva. Comenzó a relatar el hecho
cuando de repente se quedó en silencio durante unos segundos, le dio un trago a
su cerveza y sin venir a cuento me dijo con voz impostada: “Quizás debería a
comenzar a vivir con menos pasión, pero con más intensidad”. Le miré perplejo, a
pesar de que tengo la certeza de que jamás llegaré a entender los mecanismos
psíquicos que rigen la mente de Arcadio. Me dirigí al Jukebox que Cándido, el
dueño del Cluny, había rescatado de una subasta. Pulsé E7, seleccioné una
canción que sintonizase con la afirmación que Arcadio había decidido compartir
conmigo -Into my arms, de Nick Cave- volví
a la barra y decidí invitar a mi amigo a otra cerveza.
Aforema 915 Arcadio y el abrefácil
Aforema 915 Arcadio y el abrefácil
“El obstáculo antropoerótico se encuentra en el modo de disponer los elementos que integran el principio de causalidad cuando se manifiesta en el laberinto de expectativas que conforma la vida cotidiana de los individuos” -pensó Arcadio mientras luchaba contra el “abre-fácil” de una lata de atún-. Como la tarea no se resolvía de un modo satisfactorio, reprimió una blasfemia y continuó con sus elucubraciones. Consiguió abrir la lata, aunque no pudo evitar que la tapa rasgase parte del dedo pulgar de su mano izquierda. Una herida superficial escandalosa, aunque nada grave, que solucionó con un chorro de agua oxigenada y una tirita. Recordó el concepto de “obstáculo epistemológico” del filósofo Gaston Bachelard -que aprendió en sus primeros años de estudiante de filosofía- y anotó en su cuaderno de palabras e ideas absolutamente prescindibles:
“El obstáculo desaparece al invertir los términos que integran la fórmula que representa la causalidad: el sexo no debe ser la causa, sino la consecuencia, es decir, el efecto de un ritual que escenifica el juego perpetuo de un tipo de seducción que no busca sino que encuentra.”
No quedó muy satisfecho con la expresión de la idea, pero la dejó escrita con el propósito de volver a ella más tarde. Cerró el cuaderno mientras cantaba la canción que reproducía el giradiscos:
“If
If you
If you could
If you could only
If you could only stop
If you could only stop your
If you could only stop your heart
If you could only stop your heart beat
If you could only stop your heart beat for
If you could only stop your heart beat for one heart
If you could only stop your heart beat for one heart beat”