All we are is dust in the wind

All we are is dust in the wind

A NADIE PRETENDO COMUNICAR CERTEZA ALGUNA. NO LAS TENGO.

A lo sumo alguna conjetura, siempre desde la incertidumbre.

Hace años lo aprendí de Albert Camus. Más tarde, unas palabras de Michel Foucault volvieron a recordármelo: No hay que dejarse seducir por las disyunciones, ni aceptar acríticamente los términos del dilema: o bien se está a favor, o bien se está en contra. Uno puede estar enfrente y de pie.

"La idea de que todo escritor escribe forzosamente sobre sí mismo y se retrata en sus libros es uno de los infantilismos que el romanticismo nos legó...las obras de un hombre trazan a menudo la historia de sus nostalgias o de sus tentaciones, casi nunca su propia historia" (Albert Camus)

http://books.google.es/books?id=GiroehozztMC&pg=PA25&source=gbs_toc_r&cad=4#

PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA. Paco Fernández.


lunes, 25 de julio de 2022

Aforema 1036 Fobias y filias

Aforema 1036. Fobias y filias

                                    "Somos una especie en viaje / No tenemos pertenencias / Sino equipaje / Estamos vivos porque estamos en movimiento."  (Jorge Drexler)

    Rechazo todo intento de monopolizar las ideas, el uso indiscriminado de las etiquetas ideológicas y el auge de los totalitarismos e integrismos contemporáneos, intelectuales, políticos, religiosos o filosóficos. Mi espacio intelectual se erige sobre el pluralismo y el principio de precaución: intento adoptar la perspectiva que otorga al otro la posibilidad de tener parte de razón en la defensa de sus ideas. 

    Sé que la reflexión es un instrumento, no una finalidad, que el escepticismo metódico es una exigencia, no una frivolidad. Sé que no existe el pensador omnisciente, que la perspectiva es una condición del pensamiento y la asepsia intelectual no es más que una evasiva. 

    Toda idea es provisional. La verdad es un proceso, no un estado. Todo nuestro conocimiento es un conjunto de conjeturas cuya singularidad reside en la posibilidad de ser refutadas. “Todo fluye”: la realidad –el constructo ficticio a partir de la inefabilidad de lo real- y su espejo, el saber –que selecciona, simplifica e, incluso, distorsiona-. 

    Defiendo, frente a la voracidad de la masa o las peregrinas ideas sobre el destino debido al origen, la etnia o el ADN, a otro de los grandes constructos de la modernidad: el individuo, su materialidad y su espiritualidad frente a los “ismos” que inventan taxonomías que lo diluyen en un magma colectivo homogeneizador de deseos y conductas. 

    Soy conservador con respecto a aquello que considero digno de ser conservado. Tenemos la historia, la tradición y la capacidad de utilizarlas para intentar, al menos, encajar las piezas de un puzle –nuestra vida- sin modelo de referencia. Si la pieza no encaja, siempre podemos limarla, recortarla y adaptarla. De la nada, nada surge. La crítica destructiva se anula a sí misma si no se inscribe en una tarea de reconstrucción que en el presente no olvida el valor de lo pretérito a fin de despejar los obstáculos que impiden proyectarnos hacia el futuro. 

    Soy consciente de que la realidad es tozuda, de que el mundo es indiferente a nuestro modo de relacionar las palabras y las cosas, los discursos y los hechos, de que el universo es un constructo fabricado a partir de fragmentos de trozos de tiempo quemado, de piedras, de calles, de cuerpos, de sueños, de ideas y pensamientos. La escritura es nuestra excusa para no celebrar el ensimismamiento extático que confunde el ser con el tener. Una vieja idea, lo sabemos. Pero el tiempo no la ha vuelto obsoleta. Tenemos un deber con la tradición: hacerle justicia. Esto significa, abundar en lo aceptable y descartar lo inadmisible. En ello estoy.