Olvidar el tiempo en el que sembramos aquello que jamás recogimos
Olvidar todas las miradas que jamás descansaron en el espacio que les brindamos
Imaginar que jamás imaginamos aquello que más tarde decidimos dejar languidecer lentamente en el rincón más apartado del olvido
Caminar por la senda que nunca quisimos recorrer por miedo o cobardía
Recordar el beso que jamás dimos y el abrazo que encontró el vacío
Mejor romperse en dos o en tres o en cuatro o en mil partes que seguir de una pieza frente a la última humillación jamás sufrida
Rezar a un dios desconocido sin rostro ni oídos
Seguir a quien nunca buscó acólitos o mejor perseguir la sombra que proyecta la duda sobre la verdad transparente que todos enuncian pero que a nadie convence
Verter el vino en los labios que huyen del refugio que brindan las sólidas creencias
Dormir junto a quien busca el susurro que brota del alma de quien no duerme nunca
Dejar que las palabras oxiden el alma en este espacio inefable de círculos sin centro