Words for my paredro
Me senté frente a ella, que en esos momentos leía abstraída,
y observé todos y cada uno de sus gestos: la mano que apenas roza el papel al
terminar de leer una página, la caída de los párpados sobre la claridad
proyectada por la luz que penetra a través de la amplia ventana que da al
jardín, sus ojos intentando descifrar el silencio que contiene cada frase y
cada verso. Me abismé en la profundidad de sus ojos, en los laberintos de su
piel, en el pelo rizado que descansa sobre su nuca invitándome a un beso o a
una caricia. Me senté frente a ella y pensé en algo que había dicho horas antes
sobre las relaciones humanas y las manipulaciones recíprocas que las
constituyen y le dan forma, también sobre el sentido de la vida o más bien las
razones que tenemos para otorgar sentido a nuestros actos, y me di cuenta de
que mi metafísica de escuela pseudo-existencialista no resistía la verdad que
proyectaba su mirada sobre el horizonte en el que se barruntaban las líneas
forjadas por nuestros acordes y desacuerdos. Me senté frente a ella, la miré, la
admiré, y continúe amándola.