ENTUSIASMO
“Aquellos que no se entusiasman con nada se enfrían y comienzan a morirse. Hay que empezar a desear de verdad. Coger la vida con las dos manos para que no se escape, si es que comprendéis lo que os quiero decir. Si no, todo está perdido”.
No digas noche, Amos Oz
El paso del tiempo mitiga mi capacidad de entusiasmarme con las personas y las cosas. Vivo con cierta nostalgia aquellos días en los que sentía la presencia de los dioses en mi interior, el arrebato cuasi místico que me arrancaba del mundo y, sin abandonarlo, vivía la paradoja de concitar, en un mismo tiempo y lugar, la levedad y la pesantez de la vida, de lo real, de las cosas. Un día me desperté y sufrí el desencanto, constaté la muerte de los dioses, la transformación de la posesión en pulsión, fervor, impulso interior tendente a la exteriorización. Ahora, ya viejo, me esfuerzo por entusiasmarme para no sucumbir al frío de vivir, a la amenaza de la muerte. En ocasiones, me entusiasmo con una idea, un pensamiento, un razonamiento, una persona, una situación, una sonrisa, un gesto, un abrazo, una mirada…me abismo en la voluntad de descongelar mi mundo y sentir, aunque sea solo por un instante, el roce cálido de la vida.