Eran otros tiempos, ni mejores ni peores, con sus grandezas y sus miserias, con más ilusión y menos virus. Ya se sabe, el tiempo que pasa y deja atrás esos “tiempos” se muestra indiferente ante las inquietudes humanas. No hay excusa para evadirme de mi responsabilidad: soy el asesino de mis sueños. Demasiado dura la tarea de perseguirlos, decidí, primero sedarlos, después, acabar con ellos. Aunque he de decir que me quedé con algunos. En realidad, lo que digo solo puede atribuirse a un sueño, al SUEÑO que yace inerte en el borde un verso que nunca escribí, que jamás escribiré.