Día 19. Otro día de encierro:
“From the dark end of the street to the bright side of the road” (Van Morrison).
El confinamiento lima las aristas de la ambigüedad y la convierte en
bipolaridad -o multipolaridad. El estado de ánimo pasa, en cuestión de
minutos, de un optimismo ingenuo -que se confunde con la omnipotencia-,
al pesimismo más lacerante -que dibuja el escenario de un apocalipsis
inminente. Y el tiempo, un bien escaso en el devenir cotidiano, se
revela como una amenaza cuando se piensa
en la duración del encierro. Y, sin embargo, a pesar de la monotonía y
el silencio, a lo largo del día, hay momentos en los que brilla, con la
intensidad de un rayo de sol al alba, toda la belleza que somos capaces
de soportar: una voz al otro lado del teléfono, un saludo desde la
terraza vecina, la frase que nos hubiese gustado escribir, el acorde
perfecto o la rima oportuna, el grito de un niño lleno de vida, la
imagen que rescata nuestra memoria de las personas a las que queremos,
el esfuerzo y el tesón que exige la lucha, y tantas y tantas cosas que
hacen que la vida valga la pena.
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